Donde los escorpiones by Lorenzo Silva

Donde los escorpiones by Lorenzo Silva

autor:Lorenzo Silva [Silva, Lorenzo]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2016-05-31T04:00:00+00:00


12

Hazañas bélicas

No podía decir, desde luego, que el sargento Bernabé me hubiera dado una versión de sus relaciones con el difunto Pascual González orientada a disipar cualquier sospecha que pudiéramos tener sobre él. En pura teoría, tenía el arrojo, la capacidad y el motivo para quitarlo de la circulación. Que lo dejara ver con esa transparencia era sin embargo, a tenor de la experiencia, y dejando a salvo situaciones excepcionales de insensatez o impunidad, un reparo que habría que deshacer. No había mucha gente con el aplomo suficiente para señalarse así, aunque tanto por su trayectoria vital como por su entrenamiento Bernabé no debía de ser precisamente un hombre apocado. Y a veces resulta mejor para uno, cuando hay algo que antes o después se acabará sabiendo, revelarlo y no esperar a que salga por otra vía. También el sargento parecía tener la astucia necesaria para hacer ese cálculo, si bien nada le aconsejaba contarme de manera tan cruda un incidente de cuyos detalles nadie, aparte del muerto, habría podido darme testimonio. Por tanto, procuré encajar con frialdad su revelación y completar sin más la tarea que me incumbía.

—Entenderás, o eso espero, que tenga que preguntártelo: ¿dónde estuviste el pasado lunes, entre las tres y las cinco de la tarde?

Bernabé no mudó el gesto.

—Lo entiendo, cómo no. En mi corimec.

—¿Las dos horas?

—Verá, mi subteniente, pocas veces tenemos aquí posibilidad de echar una siesta. Ese día habíamos salido por la mañana y como no teníamos nada urgente por la tarde nos dejaron un par de horas de descanso. Pensé en salir a correr un poco, pero hacía demasiado calor, así que me di una buena ducha y luego una sobada, para recuperar las fuerzas. Cuando vamos a Herat solemos salir muy temprano.

—¿Alguien puede dar fe de eso?

—Claro, mi compañero de corimec, el cabo Ramiro.

—¿También de operaciones especiales?

—También. Uno de los que estaban aquí, hace un momento.

—Y estuviste con él todo el rato.

—Bueno, en la ducha no. Eso prefiero hacerlo solo.

—¿Y cuánto pudiste tardar en ducharte?

—No sé, lo normal. Quince minutos.

—Te lo voy a preguntar sin rodeos. ¿En algún momento pensaste en tomar alguna medida, digamos, drástica contra Pascual?

Bernabé ni siquiera pestañeó.

—Si no se hubiera apartado esa tarde, lo mismo le habría partido la nariz, aunque también es posible que en el último segundo me lo hubiera pensado mejor y lo hubiera rodeado sin más. Si se refiere a si alguna vez pensé en cargármelo, ni remotamente. Era un tipo ofuscado por una cagada que no sabía dónde colgar, y que necesitaba colgarle a alguien, a lo mejor para dejar de sentirse culpable él. Para mí no era más que una molestia, y sólo mientras estuviera aquí. Ya respondí ante un togado y no le di por dónde agarrarme. Sé hacer lo que me toca, tengo la conciencia tranquila y nada que temer. Se lo aseguro.

—Está bien. Te agradezco, de verdad, la comprensión y el talante. Podría entender que mis preguntas te hubieran molestado.

—Las esperaba. No haría su trabajo si se las hubiera ahorrado.



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